Hace más de una década, tras el anuncio del iPad, usé las páginas de Macworld (en aquel entonces aún en formato físico) para describirlo, no solo como un tercer dispositivo, sino como una tercera revolución.
Y en aquel momento, lo era: el intento de Apple de rehacer una vez más la idea de la informática, una tesis a la que volvería varias veces en los años siguientes, quizá expresada con mayor contundencia en el anuncio “What’s a computer?” (“¿Qué es un ordenador?”) de 2017.
Pero en los últimos años, ese futuro ha parecido estar en peligro, ya que el iPad ha entrado en una especie de espera, como el suplente que espera entre bastidores y al que nunca se le pide que asuma el papel principal.
El Mac, que parecía a punto de jubilarse, no solo siguió adelante, sino que incluso resurgió finalmente con la la transición al silicio de Apple. De repente, se evaporó la gran oportunidad del iPad.
La semana pasada, Apple volvió a dar un paso hacia la idea de diseñar el iPad como un sustituto del ordenador moderno con su esperado anuncio de la llegada del Final Cut Pro y Logic Pro a la plataforma. Pero, ¿es demasiado tarde?
Revolución interrumpida
En sus 13 años de existencia, el iPad ha pasado de ser una clara apuesta hacia la reinvención del ordenador personal a un dispositivo que destaca en algunas tareas, pero no en todas.
Sigue siendo superior al Mac en algunos aspectos: yo lo prefiero para ver vídeos en streaming, jugar y consultar las redes sociales. Pero el papel del Mac como una máquina para hacer el trabajo importante sigue siendo, en gran medida, indiscutible. Se puede “trabajar” en un iPad, pero eso depende mucho de en qué consista exactamente ese trabajo.
En muchos sentidos, Apple parece haber retrocedido en la idea del iPad como el futuro de la informática. La incorporación del Magic Keyboard en 2020 fue una mejora significativa para el dispositivo, pero también representó una concesión por parte de Apple de que la interfaz multitáctil y el teclado en pantalla no siempre eran suficientes para las cosas que la gente quería hacer.
Los últimos años del iPad han sido, en su gran mayoría, años de sacrificio de ciertos elementos, de incorporación lenta de funciones heredadas que Apple había intentado eliminar en el iPad original: pantallas externas, gestión de archivos y ventanas.
Lo que empezó como una mirada hacia el futuro se ha convertido en una remezcla del pasado, y a veces la remezcla no está a la altura del original.
Convirtiéndose en profesional
Sin embargo, los próximos lanzamientos de Final Cut Pro y Logic Pro para iPadOS podrían sacar al iPad de este bache. No solo porque la incorporación de aplicaciones profesionales demuestra el compromiso de Apple con la plataforma (aunque eso es, sin duda, una ventaja), sino también porque la compañía ha asumido nuevos retos.
Apple
En concreto, una cosa que me llamó la atención del anuncio fue la descripción de las aplicaciones con “interfaces táctiles totalmente nuevas”. En sí mismo, eso no es ninguna sorpresa, ya que ninguna de las dos aplicaciones tenía nada parecido a una interfaz táctil anteriormente.
Pero coger dos aplicaciones donde el uso de atajos de teclado y del cursor está muy presente y traducir esas interacciones en el tacto es difícil y algo que Apple no llevaría a cabo a la ligera. Es una inversión tácita de la dependencia del antiguo teclado y trackpad, lo que indica que tal vez la empresa sí cree que lo táctil es una opción válida incluso para las tareas más complejas.
La verdadera pregunta que planea sobre estos anuncios es si la otra gran aplicación profesional de la compañía, Xcode, también dará el salto. Hasta la fecha, escribir aplicaciones para iPad en el iPad se ha limitado a Swift Playgrounds, que carece de la potencia y las capacidades completas de Xcode.
Pero dar a los usuarios de iPad las mismas herramientas que a las que hay en el Mac (y, más concretamente, permitir que iPadOS sea autosuficiente) sería un gran paso en la evolución de la plataforma.
Futuro imperfecto
Todo esto me lleva a preguntarme hacia dónde se dirige exactamente el iPad a partir de ahora. La idea de una tablet ligera y táctil sigue siendo buena y, fundamentalmente, los retos del iPad nunca han sido una cuestión de hardware. El consenso en la comunidad parece ser que lo que defrauda es el software.
Parece que Apple está apostando por destacar la idea de versatilidad del iPad. Puede funcionar con un teclado y un trackpad para emular la configuración de portátil, o simplemente como una pantalla. Sus aplicaciones pueden funcionar en modo de pantalla completa o multitarea con varias ventanas. En resumen, se ajusta a lo que los usuarios quieren de él.
Pero los cambios que está introduciendo Apple, incluida la versión de interfaz táctil de sus aplicaciones profesionales, no tienen por qué significar exclusivamente que el iPad sea el futuro. Quizá el iPad no sea una tercera revolución, sino un peldaño hacia un mundo en el que la principal plataforma informática de Apple pueda hacer lo mismo que un iPad y lo mismo que un Mac.
Muchos han criticado la idea de la fusión de las dos plataformas, pero tal vez hay una tercera opción que sea mayor que la suma de sus partes.
La idea de un dispositivo que funcione como un Mac cuando está conectado a un teclado y como un iPad cuando está desconectado le parecerá a algunos como si una nevera funcionara también como tostadora, pero después de 13 años de iPad, yo diría que la gente se siente bastante cómoda usando dos (o más) dispositivos con diferentes interfaces.
¿Por qué no encontrar una manera de consolidarlos? En un mundo en el que empezamos a hablar de smartphones que se convierten en tablets, una tablet que pueda convertirse en portátil no parece descabellada. Lo que todos buscamos, en definitiva, es la herramienta adecuada para cada trabajo. A veces es un destornillador, a veces una llave inglesa y a veces una multiherramienta todo en uno que cabe en el bolsillo.
Artículo original publicado en la edición en inglés de Macworld.com.